lunes, 8 de diciembre de 2008

Te dibujo, al fin y al cabo


Cuando todo esté dicho
bajarán los buitres, volando en círculos,
para debatir, de forma educada,
un reparto equitativo y justo,
de nuestras miserias olvidadas.

Será el momento de desvelar
si realmente era cierto
que no había nada que perder,
pues nada hubo en un principio
y sobre ella,
todo se construyó.

Mientras tanto,
corren despacio los vientos,
y dejan caer, o pierden,
pequeños trozos de cristal,
para guiar a los más extraños.

La fragilidad de la palabra fue tal,
que extayó sin pronunciarse,
pero hirió mucho más,
en su silencio

Lo dijeron todos, lo gritaron,
lo anunciaron durante días,
y a pesar de ello, se fugaron,
y dejaron, atada a un recuerdo,
una bola de papel,
con sus sueños garabteados

sábado, 6 de diciembre de 2008

Más fluido, pero sin apenas materia.

-Estás muerto.

Se lo susurré minetras le acariciaba levemente el costado con el dedo índice.
Él se sorprendió, se giró bruscamente y me miró a los ojos.

-¿Tú?

-Si. Lo siento.

-Pero.. si me dijeron que tú...

Sus palabras se cortaron cuando la puerta del ascensor se abrió. Una mujer mayor y un hombre más mayor incluso entraron. Los dos les hicimos hueco delante.

-¿Subís?- preguntaron.

-Si.

Durante 11 plantas, sólo se escuchó la conversación insustancial del matrimonio, hasta que de nuevo se abrió la puerta del ascensor y ellos se bajaron.

-¿Y bien?.- pregunté

Él me miro, extrañado.

- ¿Bien qué?

-¿Quién es el siguiente?

Él sonrió.

-Es ella.

-¿Ella?- repetí - Vaya... qué interesante... eso quiere decir que el círculo se cierra...

-Pues si, quién lo habría imaginado...

-En fin, ¿has traido tu las cartas?

-Si, y los garbanzos. Ya llegamos, espero que no lleven mucho tiempo esperándonos.

El ascensor se abrió, en la última planta, y ambos salimos sonriendo. La partida iba a empezar.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Tras Una Noche Ajetreada

-Perdona, ¿tienes un cigarro?

-No, no fumo.

-Bueno tio, tranquilo, que no te voy a hacer nada, ¿cómo te llamas?

-Perdona, tengo prisa. - El joven aligeró el paso. A esas horas de la noche, pocas personas se paran a preguntarte cómo te llamas simplemente por hacerse las simpáticas. De hecno, pensó, ni a esas horas ni a ningunas.

-Oye, tranquilo, no corras... ¿No tendrás un par de euros o algo así?

El joven se detuvo y se giró. Aquél individuo estaba parado a unos metros de distancia, con los brazos abiertos. No se movía, aunque en su cara se dibujaba una extraña sonrisa. Agarró fuerte la guitarra que llevaba consigo.

-Oye, suelta esa guitarra no vaya a ser que nos hagamos daño, ¿no?

El jovén vaciló, y cruzó la calle, mirándo en todas las direcciones. Hacia un buen rato que no pasaba nadie por allí. Ni coches, ni personas, ni nadie.

-¡Te dije que cruzaría!- La voz sonó a su derecha. Un tipo raro salía de un callejón y miraba al joven con cierta arrogancia, navaja en mano.

-Chico, deja esa guitarra, no puedes hacer nada contra dos de nosotros y nuestra navaja.- le dijo.

El joven agarró con más fuerza la guitarra. Miró a los dos tipos, cada uno en un lateral de la calle. Pensó, calculó y se dio cuenta de que no tenía escapatoria. Cogiendo bien la guitarra, cerró los ojos y la blandió.
El ruido del escaparate destrozéndose tras él se vio tapado por la sirena de alarma que comenzó a sonar. Los dos individuos se miraron, y salieron corriendo.

El joven se quedó un momento quieto, contemplando la escena. Después, y sintinedo una gran ansiedad, echó a correr.

A smoking gun in hand,
now don't you realize what you've done
...

viernes, 21 de noviembre de 2008

Fluido

El hombre del sombrero negro estaba allí otra vez. Tras él, la dama me miraba, y parecía sonreir.
El hombre me agarró y me subió a los cielos. Allí me soltó y sentí fuerte el aire en mi cara. Sonreí, pues sabía que no podía morir, pese a todo.
Supongo que él lo supo, pues me agarró con fuerza del brazo.
En un momento estaba mirando al suelo, al siguiente estaba debajo.
Me bajó a lo más profundo, debajo incluso del fuego, y bajo la atenta mirada de la dama, me encerró, en el silencio, para que no despertara


Cada noche me invento... Todavía me emborracho.... Tan joven y tan viejo....

viernes, 10 de octubre de 2008

Cuatro(3)

false MicrosoftInternetExplorer4

Pasaron un par de minutos y pudieron ver cómo los guardias de blanco volvían a subir por las escalinatas. Alan y Ángel se movieron a la vez, y cada uno se concentró en la extraña pieza que tenía delante.

Aquella noche ninguno de los dos dijo nada. Cada uno estaba sumido en sus propios pensamientos.

Ángel, tratando de adivinar exactamente qué es lo que había sucedido, aunque sospechara que algo tenía que ver con Alan.

Alan, por su parte, le daba vueltas a la idea de que todo ello hubiera ocurrido justo cuando dejó caer la nota por debajo de la pared. Le atemorizaba pensar que hubieran encontrado la nota. No era difícil averiguar que había sido él quien la había escrito, y tenía la sensación de que al día siguiente volverían a por él. Además, la forma en que los guardias bajaron, el grito y el posterior silencio, todo ello le recordaba a la vez que le cogieron a él. También gritó, y casi le abrió la cabeza a un guardia. Pero cuando le apuntaron con sus armas tuvo que rendirse y dejarse llevar. Y entonces le metieron en aquella sala oscura. La misma sal en la que probablemente estaba ahora la persona que recibió su nota, y la misma sala en la que le meterían a él al día siguiente.

lunes, 6 de octubre de 2008

Hay cosas que no cambian nunca


Hay cosas que no cambian nunca. Muchas de ellas, han sucedido hace muy poco. Es increible cómo, con un poco de paciencia, suceden los acontecimientos que poco a poco se han ido preparando, y eso llena de alegría a quienes los esperaban impacientes. Es posible que los nombres de las personas que los acompañan cambien un poco, pero en esencia el hecho es el mismo. Es como si todo se volviera a repetir, a una mayor o menor escala, y al final sucede tal y como debería.


Como el primer día que volví a pisar esta especie de hotel alquilado donde vivimos. Por supuesto no fui yo el que lo pisaba por priemra vez, pero supongo que mi cara entonces no se diferenciaría mucho al resto de caras que entraron hace dos semanas, mirando a todos lados con una mezcla de miedo y alegría... Poco a poco, cada una de las fechas marcadas han ido viniendo, y aquellos que en su día fuimos conducios por ellas, nos hemos visto reflejados en ellos al conducir a los siguientes.


O las fiestas del pueblo. Es algo un tanto curioso. Gente que durante años ha convivido en las mismas calles, que ahora trata de seguir su vida en otro lugar y que, en una determinada fecha, se reúnen todos para festejar. Caminar a altas horas de la noche entcontrándote caras vagamente familiares que te sonrien y te invitan a recordar, volver a los recodos de los bajos para encontrarse con las mismas personas año tras año... creo que nadie deberia perderse las fiestas de su pueblo.


O volver a subir a la tarima. Volver a sentir el calor del foco alumbrandote desde un par de metros de distancia. Las notas, los acordes, la melodía... Y sobretodo la gente de siempre, los valientes que aguantan todo lo que les echen, desde abajo, haciendo que lo que suceda arriba tenga sentido y merezca la pena.


Supongo que estas cosas no cambian nunca. Quizás la gente que las vive, que las hace seguir, va variando a lo largo del tiempo, pero son hecho que deberían estar siempre ahí, al menos en esencia. Me alegra mucho ver cómo han transcurrido estas últimas semanas, y cómo, aquello que esperaba que sucediera, ha ido desarrollandose poco a poco, y de forma tan provechosa.

domingo, 14 de septiembre de 2008

A buenas y a Málagas


Salimos tarde, y al llegar, cansados, nos encontramos con una ciudad oscura. Era una clase de oscuridad extraña, porque le daba al lugar un aspecto pobre y cachambroso. Nos bajamos del coche sin la certeza de que el piso al que pretendíamos ir estuviera disponible. Por suerte lo estaba, y la verdad es que era un lugar bastante grande.

Nos vimos con un par de pizzas en la mano y sin horno ni microondas, y sumándoselo a las ganas que teníamos de estriar las piernas, decidimos que lo mejor sería salir a cenar por ahí, y conocer los alrededores.

La noche transcurríó tranquila. Estuvimos andando de un lugar a otro, y tomándonos algo en cada parada. Cada lugar en el que estuvimos tenía algo que lo hacía extrañamente peculiar (un grupo de jazz en vivo, unos precios bastante asequibles, unas bailarinas muy simpáticas...) y sin darnos cuenta se nos hizo la hora de regresar al recién estrenado piso.

El día siguiente transcurrió como una especie de sueño en el que ni estás despierto ni estás dormido. El sueño y la resaca nos hizo madrugar tarde, y lo poco que comimos ayudó a que las horas de la tarde se alargaran por las mismas carreteras de ida y vuelta. Lo único que nos mantuvo despiertos fue la sensación de pérdida que inundó el vehículo, que se vio transformada en alegría al tiempo que regresábamos al lugar del que habíamos partido.

Esa noche la compartimos con un nuevo amigo natural de la zona, que nos guió a los lugares más adecuados para beber y festejar. Una pena que aquél día no hubiera nadie bebiendo y festejando. Pese a todo, optamos por poner buena cara al mal tiempo, y el resultadó fue bastante bueno.

Con todo ello a las espaldas y un riquísimo guiso de pollo en el estómago, regreamos dos días después a casa.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Relativo a Alberto

Llevaba una borrachera de aúpa. Desde que empezó la boda no había hecho mas que beber. Que si cerveza, que si vino, chupitos, cubatas, aguardiente... Me había quitado la corbata y la chaqueta para meterme en el coche, y al poco rato de estar en la carretera, me vi las típicas luces verdes que bloqueaban el camino.

Una vez estacionado el vehículo, uno de los agentes me hizo señas para que bajara la ventanilla. Yo, extrañado, la bajé.

-Disuclpe señor, le voy a hacer una prueba reglamentaria de alcoholemia. ¿Ha bebido usted alguna sustancia alcohólica?

-Si señor.-Respondí sinceramente.

-Vale, de acuerdo señor. ¿Esta usted borracho?

-Como una cuba, agente.

-Muy bien señor, si es usted tan amable, ¿podría soplar por aquí y mantenerse soplando hasta que oiga un pitido?

-Por supuesto.- Acepté gustosamente.

Al soplar, el aparato empezó a marcar una serie de números rápidamente y a pitar varias veces. Seguramente me lo habría cargado, pues poco más y sale en llamas.

El agente sacó una libreta del bolsillo y comenzó a escribir al tiempo que me decía:

-Señor, le voy a multar a usted con una multa de... ..

Yo, en un momento de lucidez, le interrumpí y le contesté (alargando las sílabas dada mi condición):

-Señor agente, no se si se habrá fijado. pero.. Mi mujer, aquí sentada a mi derecha, es inglesa. El coche en el que ambos estamos viajando es inglés, y yo, aquí sentado... no estoy conduciendo!

domingo, 7 de septiembre de 2008

InsSuPlaFaDe

Supongo que como en todas las situaciones, con cada elección que hacemos nos adentramos en un camino. Y al hacerlo, dejamos atrás otros caminos que posiblemente no podamos volver a tomar (o al menos no de igual manera). Supongo que hay cosas que se ganan, y cosas que se pierden, y el final consiste en valorar de un lado y de otro.

Este verano tomé una decisión, supongo que como todos, acerca de cómo emplearía mi tiempo estival. No fue una decisión fácil, y se ha visto influenciada por muchos factores, unos que me animaban a escogerla, y otros que me decían todo lo contrario.

Al final, y ahora que el verano está acabando, creo que acerté. Creo que ninguna de las otras opciones me habría llenado tanto como lo ha hecho ésta. El resultado de mi elección ha dado fruto a cinco pequeñas muestras, cinco pequeños reflejos cargados de la ilusión con la que hemos pasado el verano. Cada uno de ellos tiene una forma, un aspecto y una consistencia diferentes, pero en todos ellos me puedo ver identificado. (Yo y todos, por supuesto). Es por eso que me alegra pensar en ellas, y confirmarme que a pesar de no llegar a donde nos propusimos, ha merecido la pena.

Y con este post vuelvo a activar el blog, que durante el verano ha quedado un poco muerto

viernes, 18 de julio de 2008

Cuatro (2)

Ángel levantó la vista y se asustó. Un par de guardias blancos se habían juntado para hablar. El hecho en sí ya era raro, pues nunca solían juntarse, pero es que además les estaban señalando. Ángel se puso nervioso. Era lo mismo que había pasado antes de que se llevaran a su compañero. Se giró rápidamente para ver si Alan estaba haciendo algo malo. Alan le miró desde el otro lado de la mesa. Estaba pintando un jarrón. Aunque últimamente ya no eran jarrones lo que pintaban, sino objetos de formas extrañas.

- Algo va mal, los guardias blancos nos están señalando.

Alan levantó la vista. Los guardias estaban bajando por las escalinatas. Corriendo. Ángel se percató de que a Alan le temblaba el pulso.

-¿Qué pasa Alan? ¿Sabes porqué nos señalan?

-No.-dijo Alan con brusquedad. Miraba atentamente a los guardias hasta que desaparecieron tras la pared.

Ángel observó que Alan estaba tenso, mirando a la entrada del pasillo. Se quedaron así unos segundo, como esperando que algo pasara. Varios guardias miraban desde las alturas hacia su celda blanca, y Ángel sintió de repente que algo estaba pasando. Trató de moverse, y ese percató de que sus músculos estaban demasiado tensos. Tenía mucho miedo.

Un grito rompió el silencio y provocó que tanto Ángel como Alan saltaran sobre sus talones. El grito sonó muy cerca de la habitación, prácticamente al otro lado de la pared desde donde el día anterior había aparecido la nota. Volvió a oírse otro grito, y Ángel reconoció que era un grito de mujer. Alan estaba todavía más tenso que él, si aquello era posible, y no dejaba de mirar al pasillo. Ángel se fijó que estaba agarrando con fuerza uno de esos jarrones extraños.




El gladiador alzó la vista y pudo comprobar que el dedo apuntaba hacia el cielo.

lunes, 5 de mayo de 2008

Cuatro (1)

-¿Qué pone?-preguntó Ángel.

-¿Te llamas Dael?

-¿Dael? No, me llamo Ángel, ya te lo dije ¿no?

-Es una carta dirijida a un tal Dael. Al parecer es de una chica, Nora, que también está atrapada aquí... No sabía que también había chicas en este lugar.

-¿Dael?¿Nora? Lo cierto es que el nombre sí me suena... Dael... ¿Lo he oído antes, no? ...me suena, si...

Alan volvió a leer la nota varias veces. Ángel miró alrededor, buscando cualquier cosa que pudiera haber entrado junto a la nota. Se percató de que un guardia blanco les miraba desde una de las pasarelas.

-Alan guarda eso, no que nos están mirando... y ponte a pintar ya ¿no?


-Entonces, ¿Le contestamos? ¿Y si es una trampa?

Alan estaba sentado en la mesa con la libreta y el boli en la mano, y Ángel le miraba desde la cama. Había pasado más de una hora desde que cenasen y desde entonces no se habían puesto de acuerdo. Contestar era un riesgo, y a Ángel no le parecía que mereciese la pena. Alan, sin embargo, creía que la chica esa, Nora, sí que era real y que debían contestarle.
Alan empezó a escribir en la hoja, y Ángel se levantó para leer lo que ponía.

-No. No puedes engañarla. Tú no eres ese tal Dael ¿no? No puedes mentirle.

-Pero esta tia está enamorada. Míralo, lee la nota. No podemos decirle que no sabemos quién es Dael.

-Pues no contestes. Pero si le dices eso le estas dando unas esperanzas que no tienen fundamento. Si por cualquier cosa se da cuenta de que nos somos Dael, le puedes hacer mucho daño.

Alan se quedó pensativo. Ángel no sabía cómo reaccionar, pues Alan no solía hacer caso de lo que le decía. Caminó por la habitación, haciendo círculos, esperando a que Alan le dijera que no, que no le importaba lo que le dijese y que escribiría lo que él quisiese. Pero no fue así, Alan dejó la libreta y el boli en la mesa y se levantó de la silla.

-De acuerdo, hasta que no sepamos más, no contestamos. Vamos a dormir que ya es tarde.

Esa noche Alan no durmió mucho. Se levantó varias veces, se llegó a sentar en la mesa y agarrar el boli un par de ellas. La cabeza le daba vueltas. Aquella nota no sólo suponía un cambio en la rutina de aquél lugar, sino la existencia de otros presos, chicas, y la posibilidad de comunicarse con ellos. La oportunidad era demasiado tentativa como para dejarla escapar. Miró a Ángel que dormía al otro lado de la habitación.

Al día siguiente, cuando Ángel se acercó al hueco de la habitación para recoger el encargo, Alan se deslizó hasta la pared por donde había entrado la hoja y arrojó una nota por la ranura.

miércoles, 23 de abril de 2008

La mujer de la parada.

Cada día, al amanecer, une mujer joven se acerca al banco de la parada del tranvía y se sienta con las piernas juntas. Permanece sentada mientras el sol se eleva por los edificios y le alumbra dede la frenete hasta los pies. Inmóvil, ve pasar al tranvía una y otra vez, cada mañana. La gente se sienta a su lado, pero nadie tiene el tiempo o las ganas suficientes como para saludarla, y mucho menos preguntarle qué hace ahí. Simplemente, la mira, y algunos incluso fantasean sobre los motivos que la impulsan a repetir la espera cada mañana. Luego, ella se levanta, cruza las vías y se pierde por la calle que hay tras la comisaría.


Hay quien dice que espera a un hombre, un hombre que la enamoró y que le prometió volver un día, en tranvía. Otros dicen que aguarda a un hijo que tuvo que entregar cuando era un bebé, y que cada día va a ver cómo baja del tranvía para ir a la escuela que hay al otro lado del río. Algunos aseguran que es una mente privilegiada que aguarda un suceso catastrófico que sucedera pronto, a esa hora, en la parada.


Pero nada de ello es cierto, mas que el hecho de que ella se sienta en el banco de la estación cada mañana.

martes, 22 de abril de 2008

Tres (3)

-Vaya éste si que es raro... - dijo Ángel mientras observaba su nuevo trabajo que le había llegado por el hueco habitual- Tiene forma rara ¿no? No parece del todo un jarrón... es más bien es como... digamos...

-Bah, ¿Qué más da a lo que se parezca? Al final vas a acabar pintándolo de todas formas...

-Bueno, al final te acostumbras ¿no? De todas formas no está tan mal.

-No. No. ¿No ves que no? No hay que acostumbrarse a esto. El error está en acostumbrarte a estas cosas, a esta caja, a este sitio, a la mierda de música clásica... Esto no es normal, y yo le temo a acostumbrarme y a perder de vista el hecho de que estamos encerrados. Que no se te olvide, esto no está bien. Esto es algo muy sucio.

Ángel se quedó pensativo. Era cierto lo que decía Alan. Al principio, había pintado jarrones y había obedecido, pero siempre con la idea de que lo hacía sólo por sobrevivir y esperando el momento oportuno de para escapar. Pero en los últimos días, actuaba de forma casi involuntaria, casi como si aquello era lo que tenía que pasar. Pero, por otro lado, la vida que llevaba en ese momento no le disgustaba...
-¿De verdad pretendes salir de aquí alguna vez? ¿Salir a dónde?
-No lo se. Fuera. Claro que pienso salir de aquí. Seguro que estamos lejos de cualquier ciudad, pero hay que intentarlo.
-Ya, bueno.... -Ángel levantó el pincel y dio una pincelada- ¿Hay alguien esperándote a ti ahí fuera?
Alan levantó la vista y la fijó en Ángel. Le miró extrañado, vacilante. Entonces, unos golpecitos sonaron en la pared. Los dos jóvenes se giraron y una pequeña hoja de papel se escurrió por una ranura entre la pared y el suelo. Alan miró la nota, observó a los guardias de la pared, volvió a mirar la nota y se agachó para recogerla.

lunes, 14 de abril de 2008

Tres (2)

-¿Cuántos años tienes?

Aquella pregunta le sorprendió. Habían pasado dos semanas desde que le trajeron y desde entonces poco se habían dicho. Un buenos días, un buenas noches, alguna broma referente al encargo a pintar del día o un qué ropa prefieres hoy. Ángel observó a Alan, que seguía pintando su jarrón como si no hubiera dicho nada.

- Hace dos semanas cumplí veinte años.

-Aha- suspiró Alan, que seguía pintando como si nada.

Ángel tardó un rato en reaccionar. Alan ni siquiera le había mirado. No es que esperase de repente atención o interés, pero le hubiera gustado seguir con la conversación.

Al día siguiente, tras dos horas en silencio pintando jarrones, Ángel susurró:

-¿Tú?

-¿Yo qué?-Respondió Alan con brusquedad.

-Que cuántos años tienes, ¿no?

-¿Yo?, ¿Años?... Ah si, bueno, ¿es por lo de ayer, no? Bien… tengo veintidós años. Al menos eso creo. He visto que llevas una cuenta de los días ahí en la pared de la habitación. A mi me hubiera gustado, pero donde yo estuve era imposible.

-Entiendo -contestó Ángel.- Hoy es diez de Marzo, me parece, aunque tampoco estoy muy seguro.

-Había pensado preguntárselo a uno de esos payasos de blanco, pero creo que no ellos lo saben con exactitud…

-Ya, aquí parece que el tiempo no pasa, o que transcurre de forma diferente ¿no?

-Aquí lo que pasa es que este sitio es una mierda, estos jarrones son una mierda, y esos tipos de blanco son unos gilipoyas. Si yo tuviera una pistola de esas raras que llevan no estaríamos así, eso te lo aseguro.

Ángel se quedó mirándole, pero Alan parecía estar hablando sólo como si no existiera nadie más allí.

Esa noche, al volver a la habitación, sintió algo de miedo.

miércoles, 9 de abril de 2008

Memet (Memetó)

-Ahora mirar este muro que recorre la calle pavimentada…

El guía llevaba el cuello subido y se agarraba las manos tras la espalda al hablar. Cuando caminaba, sin embargo, le colgaban hacia los lados y le bailaban, dándole la apariencia de un pingüino. Hacía frío y los turistas se agrupaban los unos con los otros para escuchar las explicaciones correspondientes a cada punto de la ruta de Éfeso.

-…Si se fijan, aquí la pared no ser recta. Es ligeramente curva. Muy típico del arte helenístico. Pared formada por bloque haciendo curvas. – Dijo mientras acariciaba la piedra.

Dio un par de pasos hacia atrás, colocándose delante de todo el grupo de turistas, y se acarició la tripa que hinchaba el abrigo.

-Yo también ser un poco helenístico ¿eh?....je, je, je... Pero ya saben,- dijo mientras continuaba la marcha levantando una señal amarilla con el número 23 -Un hombre sin barriga es como casa sin terrasa…

Y prosiguió, con sus pasitos cortos, mientras se reía él sólo de su propia broma.


martes, 8 de abril de 2008

Tres(1)

Cuando se despertó, sintió lo mismo que sentía cada mañana, pero esta vez su compañero dormía en la cama de al lado. Entró al baño y se vio ante la posibilidad de elegir toalla, y sonrió. Al acabar de vestirse con la ropa que más le gustaba de aquél día, agarró del pie a su compañero y lo despertó. Anotó el día en la pared y se sentó a esperar. Ambos salieron de la habitación con una pieza nueva de música clásica sonando sobre sus cabezas. Recorrieron el pasillo, bajaron la escalinata y entraron en la sala cuadrada. Esperaron unos minutos y apareció el jarrón.

- ¿Otro jarrón? ¿Es que vamos a estar pintando jarrones toda la vida?

- Ya te lo dije el otro día, Alan, aquí se pintan jarrones. Es lo que se hace ¿no?

- ¿Cómo que “aquí se pintan jarrones”? ¿Y si no quiero pintar jarrones? ¿Y si no me creo todo este rollo de los cabrones de blanco y me quedo aquí sin hacer nada?

- Eso es lo que hizo mi anterior compañero, Alan. Y se lo llevaron ¿no?.

- ¿Si? Pues ya está. Esa es la forma de salir de aquí. Quedarse quieto a esperar. Alguien vendrá a sacarme de aquí. Si ven que no valgo para esto, que me lleven a otro lugar, seguro que es mejor que este sitio.

- No lo entiendes ¿no?, Aquí o se pintan jarrones, o se pintan jarrones. Cuando mi compañero dejó de trabajar, vinieron a decirle que pintara, y como se negó, lo llevaron a una sala oscura. Luego lo trajeron, ¿no?, y él volvió a negarse. Entonces lo mataron. ¿Ves esas escaleras que hay en las paredes aquellas de allí?- Ángel señaló a las pasarelas blancas que había a lo largo de la bóveda.- Por allí aparecieron hombres de esos que visten de blanco, y bajaron hasta aquí. Le dispararon a bocajarro. Y se lo llevaron ¿no?, se lo llevaron bien muerto.

Alan frunció el ceño y se quedó mirando desafiante a Ángel. Levantó la vista y observó las escaleras que recorrían las paredes. Luego se acercó a la mesa y cogió un pincel. Miró la fotografía que acompañaba al jarrón. Un caballero rojo y una montaña azulada. Aquello no le gustaba lo más mínimo.

domingo, 6 de abril de 2008

A caballo


Que alegría que da volver a ver las grúas sobre los tejados de las casas blancas. Volver a ponerse las gafas para conducir por las callejuelas, volver a marcar los pocos números que me sé de memoria. Volver a llegar tarde, volver a cantar la misma canción que se cantó hace años en el mismo lugar. Volver a elegir entre arroz o tallarines, a sacar los mismos temas para comprobar que siguen igual. Volver a oír las mismas risas, y a escuchar las mismas quejas. Volver a volver, al fin y al cabo.



Cuando se habla de reencuentro, se piensa en la típica Terminal del aeropuerto en la que llega el hombre tras 4 años en el extranjero y encuentra a su familia con una pancarta esperándole. O la madre, ya abuela, que mira por la ventana como se acerca el coche de sus hijos con sus nietos que hacía años que no veía. O el hijo que vuelve cabizbajo tras haberse fugado y es recibido con los brazos abiertos.


Pero no creo que sean necesarias esas situaciones tan forzadas para que siga siendo un reencuentro. El abrazo, el golpecito en el hombro y la sonrisa y el sentimiento siguen siendo los mismos, y son lo que importa. Ya sea en medio de un comedor, o de una biblioteca, o a la entrada de un examen, o en el mismo lugar de siempre, el reencuentro está ahí, pese a que a veces, por poco, por los pelos, no te reconozcan.


jueves, 20 de marzo de 2008

Dos(2)

Un extraño ruido salió del hueco de la pared y en unos instantes emergió un extraño jarrón blanco. Ángel lo recogió con las dos manos y lo llevó a la mesa. Volvió a acercarse a la pared y metió la mano por el hueco. Sacó un sobre grande y marrón y también lo llevo a la mesa. Luego abrió el sobre y sacó una lámina de plástico. La miró detenidamente, asintió, y fijó su vista en el jarrón. Alargó la mano y cogió un pincel de los que había en la mesa.

- Eh, eh, para, para. ¿Se puede saber que haces?- Dijo Alan, que no había dejado de mirarle ni un momento.

- Pintar. Para eso estamos aquí ¿no? El jarrón viene por ese conducto, junto con las instrucciones, y nosotros tenemos que pintarlo. ¿Ves estos pinceles? Están aquí para que pintemos los jarrones. ¿Para qué iban a dejarlos aquí, sino? Deberías levantarte y pintar tú también.

- Y a mí qué me importan los pinceles.-murmuró Alan mientras se levantaba.- ¿cómo se sale de aquí?

- De aquí no se sale. Aquí sólo se pinta. Se come, se duerme, y se pintan jarrones ¿no? Ven, coge esos pinceles y empieza a hacer bocetos, venga.

Alan se levantó y se apoyó en la mesa con las dos manos. Allí había mucho material de pintura. Y muy bueno. Lo sabía porque él había pintado años atrás, y nunca había visto tanta pintura y tantos pinceles juntos. Miró a su alrededor. Las paredes no tenían techo, eran como las paredes de un laberinto, y por encima de ellas se podía ver una gran bóveda. La única forma de salir de allí era el pasillo por el que le habían traído. No se sintió con muchas fuerzas para recorrer esa distancia. Así que cogió un pincel y una cartulina y empezó a dibujar garabatos sin mucho entusiasmo.

- Ángel ¿cómo llegaste hasta aquí? Porque, ¿tú no estarás con ellos, cierto?

- No lo recuerdo,- Contestó, mientras lavaba el pincel en un tarro con agua - y no, no estoy con ellos. Simplemente pinto. Creo que es lo mejor que puedo hacer aquí ¿no?

- Antes has dicho que yo soy tu nuevo compañero. ¿Qué le pasó al anterior?

- Se lo llevaron.

martes, 18 de marzo de 2008

De pájaro


Volvía tarde al nido, cuando oí la música a lo lejos. Al principio me asusté, pues no iba convenientemente ataviado para la situación que podría esperarme, ni para el lugar. Pero pronto reconocí al grupo de personas que festejaban a altas horas de la noche en la calle. Entre ellos, me alegró encontrar al Demonio Piticli en persona, con su habitual sonrisa y su habitual guitarra bajo el brazo. Esa noche cantaba para el resto de demonios, que llevaban libres tres días y tres noches.


La noche que los demonios se liberaron, ardió media valencia. Más cosas ardieron los días siguientes, y no todas ellas fueron bien recibidas. Pero aquella noche no hubo ni pena ni tristeza. La alegría del momento superó con creces los disgustos de los días anteriores, del montaje y de la logísitca. Encontramos a unos compañeros increíbles, tanto encima como debajo de los cuatro tablones que habíamos cargado, y a un grupo de personas que colaboraron para que la diversión fuera máxima.


Fue extraño encontrármelos, pero no dudé en participar, al menos por un rato, en su fiesta improvisada. Bajo la tutela del Piticli acompañe a la música mientras el resto bailaba y cantaba alrededor, llamando la atención de todo el que pasaba por allí, y consiguiendo que algunos se unieran también.


Lo cierto es que no podría haber forma mejor de acabar las noches de fuego.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Memoria de la memoria


Hola. Hola. A ver, tu que prefieres. Dejame a mi el experimental si eso ¿ok?. Vale, hago yo los calculos. Bien. ¿Las erre y eses las tenemos? Si , creo que si. De acuerdo. Oye el dibujo del paint lo podríamos coger de otra y pegarlo ¿no?. Si bien, si eso lo retocamos un poco. ¿Tienes las de tu tutora? No, pero tengo estas. Ah muy bien. Esto no me acuerdo, ¿lo hicimos para 100 o para 50? 50, creo, aunque no estoy muy seguro, espera que pregunte. No me salen las gráficas. Cambia la escala. Tampoco. Mira los datos. Estan bien, joder, esque no me sale la gráfica. A ver. Ya está, creo que es así. Vale muy bien. Interlineado de 1,5 acuerdate. Si. 12. Si tambien. Times New Roman. Ajustado. ¿Cómo se ponía lo de arriba? Aha. Bien. Y la rayita con subrayado. Vale. Te lo mando y miras esto que esta aqui en fosforito ¿vale?. Bien. Me voy, mándame lo que lleves y luego sigo. Mándamelos antes de por mañana por la tarde que tengo dos horas libres. Bien. Ellos han puesto que era por otra cosa. Bueno de acuerdo. Vale ¿lo tienes? pásamelo. Ayer no pude acabar mi parte ahora termino espera. ¿Hasta cuando la podíamos entregar? ¿Cómo pongo la tabla en el centro para que no se mueva? Mira me da esto, no se si está bien. Tercera persona, escribe en tercera persona. Es igual ponlo. Eh, deja el messenger, vamos a trabajar. Si ya lo he leído. ¿Tienes folios? Mira lo que me sale aqui, ¿Que hago? Mira esto lo he puesto asi para que luego tu lo mires y si eso lo cambias. Fig__.- El título va en negrita. No me gusta el editor de ecuaciones, cuando acabe la carrera me voy a dedicar a diseñar uno mucho más sencillo. Los del martes me han dicho que esto da igual. Métemelo en el pen y luego lo miro. Mándalo a imprimir. Se nos ha olvidado meter esta parte. La portada, que no se te olvide la portada. Oye hago yo la bibliografía si quieres. Estoy pensando que nesto no se si ponerlo porque no lo entiendo y creo que no es así. Mira he traido esto hecho, pero esta parte no sabía muy bien. Redacta un poco más eso y yo creo que ya ¿no? El número de página. ¿Encuadernamos? Yo no llevo dinero. Creo que ya está. Mierda esto no era asi. Bueno ya da igual entregalo y au. Quizás no se de cuenta. Total no vale tanto. Mamdre mia que justito, la próxima vez empezamos antes... ...¿te has traído la bata? muy bien tu copia que yo me entero. ¿qué hay que hacer ahora?


Había otra imagen, per la gardaremos para un momento mejor...

lunes, 10 de marzo de 2008

Dos (1)

Cuando se despertó, no supo distinguir si estaba despierto o no. No sabía cuantos días llevaba encerrado ahí, o si realmente el sitio era tan pequeño como se imaginaba. Creía que tenía los ojos abiertos, pero no veía nada, absolutamente nada. Se sentó, con dificultad, y esperó con los ojos muy abiertos, buscando una luz. Sabía que la puerta se abriría tarde o temprano. Siempre acababa por abrirse, para traerle comida. Llevaba metido en la oscuridad desde que golpeó a aquellos cabrones vestidos de blanco, y de eso no sabía cuanto tiempo hacía ya. Estaba débil y, aunque dormía mucho, siempre tenía sueño.
La puerta tardó en abrirse, y cuando lo hizo, no entró comida. El hombre que entró en cambio vestía de blanco también y llevaba un arma.

-Levántate, tu periodo aquí ha finalizado. Ponte esto y sígueme.

El hombre le arrojó unas prendas de vestir, y se quedó allí de pie esperando. Él se levantó y se vistió, y lentamente se tambaleó hacia la salida. La luz le cegaba y sus piernas, resentidas, le fallaron mientras salía. De repente perdió el sentido y cayó al suelo.
Le despertó el ruido de los pasos a ambos lados de su cabeza. En un momento recordó todo lo que había pasado y se vio siendo arrastrado por los brazos de dos hombres. Intentó liberarse, pero antes de poder hacer nada estaba de nuevo en el suelo. Oyó a un hombre decir algo, y cuando por fin se puso de pie, se dio cuenta de que estaba a solas en una habitación con un joven que llevaba una camiseta azul.

-¿Quién coño eres tú?- Preguntó.

- Me llamo Ángel y tú debes ser mi nuevo compañero.¿no? ¿Te echo una mano? ¿Cómo te llamas?

- No, calla. Me llamo Alan. ¿Qué mierda es este lugar?

- No lo sé.- Dijo Ángel mientras se apoyaba en la pared junto al hueco.- Pero pasaremos aquí todo el día. Escucha, ya viene.

jueves, 6 de marzo de 2008

Demons from the past


Los demonios del pasado están aquí otra vez. Me acompañan cuando nadie más lo hace, y le dan a mi soledad un ligero cambio de color. Me culpan por mis errores. Les odio, pero tienen razón. ¿Cómo pude ser tan estúpido? Tropecé con la misma piedra por séptima vez, aunque el suelo seguía estando igual de duro como lo estuvo entonces.


Los demonios vienen y se ríen de mí, pero, de alguna manera, me ayudan a recordar. Aunque es duro recordar. Siempre es más sencillo olvidar el pasado.

Traducido con bastante libertad

lunes, 3 de marzo de 2008

Uno(2)

Media hora después, o quizá menos, una melodía de música clásica trató de encubrir el crujido de los cerrojos de la puerta al deslizarse. Y supo lo que tenía qué hacer. Antes de salir por la puerta, se giró y descansó la mirada sobre la cama que había junto a él. Seguía igual de deshecha que el día anterior, igual que lo había estado toda la semana.

Recorrió el pasillo infinito preguntándose si esta vez, por ser su cumpleaños, alguien se acordaría de él. No es que esperara una felicitación o una palmadita en la espalda, una simple mirada o un leve movimiento de cabeza serían suficientes.

Abrió la última puerta y se paró un segundo a mirar a su alrededor. El lugar no era un lugar gigantesco, pero era bastante grande. Era una sala ovalada, iluminada con una luz blanca y azul que parecía proceder de entre las paredes. Por las paredes laterales se escurrían unas escaleras blancas tan finas que parecían enormes hojas de papel grapadas. Frente a él bajaban unos peldaños blancos, para dar paso a una decena de pasillos sin techo, como cuadras, que conducían a unas salas cuadradas del mismo blanco azulado que las paredes. Reconoció en seguida el mismo olor a limpio que le recibía cada día.

Miró a los lados y vio a los dos hombres serios que le flanqueaban. Vestían un traje blanco liso y llevaban puestas unas curiosas gafas de sol blancas. Tras ellos, a su derecha y a su izquierda, aparecieron otras personas como él. Todas ellas iban emparejadas. Se quedaron allí de pie, formando una hilera, esperando. La música se fue dejando de oír poco a poco, hasta que se paró, y todos ellos bajaron simultáneamente los escalones. Cada pareja se metió por un pasillo, y él caminó por el suyo a solas. No había habido felicitaciones ni miradas de complicidad, pensó, aunque tampoco había llegado a creerse lo contrario.

Entró en la sala cuadrada y avanzó hacia el otro extremo. Deslizó la mano por encima de la mesa mientras inspeccionaba lo que había encima. Botes de pintura, pinceles, vasos, un grifo en el centro… Todo aquello empezaba a resultarle familiar. Se acercó a la pared del fondo y esperó junto al hueco oscuro que había a la altura de su cintura. Empezaba a preocuparse por la impuntualidad de la entrega cuando oyó unos pasos que se acercaban por el pasillo. De repente el corazón le empezó a latir muy deprisa y el sudor le resbaló por la frente.

Por el pasillo aparecieron dos hombres vestidos de blanco que arrastraban el cuerpo de un joven por los brazos. El joven, que vestía una camiseta verde y unos pantalones vaqueros, levantó la cabeza de repente y miró en todas direcciones. Acto seguido lo arrojaron al suelo y le dijeron:

-Éste es tu nuevo compañero.

jueves, 28 de febrero de 2008

Rescatado de los días de Guerra

Será que la razón, sólo es juez si no es en parte.


Será que la moral, sólo sube a los demás.


Será que la verdad, sólo es cruel si no te miente.


Será que las limosnas nunca se regalan.


Será que del pasado, nunca sacas nada malo.


Será que las disculpas, llegan inoportunas.


Será que hay situaciones, en las que tiras los dados.


Será que hay otras en las que recoges lo sembrado.


Será que me imagino, cambiado y diferente,


Será que no me atrevo a verme en otra lente.


Será que hoy las vacas no han comido suficiente.


Será que el valor, nos invadé un día después.


Será que la intención nos vino de repente.


Será que no desperté, que sigo durmiendo.


Será que no es un juego, que nos vamos conociendo.


Será que me inventé que sería parasiempre.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Veinte esquiadores


De nuevo resbalando por la nieve. Y aunque esta vez no conocí a nadie... digamos... diferente, también mereció la pena. Son muchas las cosas que suceden en las rectas y en las curvas, en las partes lisas y en los botes, en las bajadas, y también en las subidas.




La Ratica que nos acompañó durante todo el viaje en el autobús, y que se coló en en nuestras habitaciones, decidió escindirse del grupo la mañana del domingo. No conforme con la organización, embaucó a un extranjero y ambos se desvanecieron enntre el blanco. Se organizó una partida de búsqueda y se recorrieron las pistas cercanas varias veces, pero ella ya se había ido muy lejos. La encontramos de casualidad (aunque hubo quien dijo que las casualidades no existen) y ella tuvo que fingir que se alegraba de vernos y de volver a esquiar juntos.



El joven de gafas naranjas bajaba demasiado deprisa. Intentaba frenar pero los esquís no seguían sus órdenes. Alzó la vista un momento y tuvo el tiempo justo para leer un cartel en una red naranja que decía: "SLOW". Auqello sí que era irónico. Sin pensarlo dos veces, se lanzó a la nieve sujetándose la cabeza y dejó de saber donde estaba. Cuando abrió los ojos, escuchó a uno de los esquiadores que iban con él felicitarle por el gol que había marcado. Miró hacia atrás, y comprobó que su cabeza y brazos estaban a un lado de la red anaranjada, mientras que sus piernas se habían quedado al otro lado.


Aquellos hombres que encontramos tirados inmóviles sobre la nieve, debieron de haber chocado mientras bajaban. El niño lloraba al lado del primero, gritándole "papá despierta" y golpeándole con la mano. El segundo se giró para vomitar sangre espesa, casi negra. Pronto estuvo la moto de nieve entre ellos. Un chico joven subía y bajaba apresurado, tratando de estabilizar a ambos. Mientras, el circulo de esquiadores que se congregaban alrededor aumentaba. Al rato, haciendo cola cerca del lugar dónde los habíamos encontrado, vimos cómo dos motos de nieve se los llevaban ladera abajo. En una de ellas, el niño se agarraba del sanitario.

lunes, 25 de febrero de 2008

Uno (1)

Cuando se despertó, sintió lo mismo que sentía cada mañana. Se levantó, y no se sorprendió al encontrarse con la misma cara que, el día anterior, le había devuelto un escupitajo de pasta de dientes desde detrás del espejo. Después de todo, pensó, no era tan trascendental cumplir veinte años. Y mucho menos en su situación.

Sabía que era su cumpleaños, aunque no supiese donde estaba. En la pequeña sala que, desde hacía un mes y medio, venía siendo su hogar, había reservado un poco de pared para marcar los días que pasaban. Aquello le daba un aire de celda de mala muerte al lugar, y no era lo único.
Aunque el moderno mobiliario y la completa iluminación tratasen de disimularlo, sabía que estaba encerrado. Era difícil camuflar los barrotes del ventanuco que había sobre la mesa, pese a estar pintados de un azul cielo de fantasía. Los cerrojos de la puerta, aunque pequeños, chasqueaban como látigos noche tras noche cuando volvía a la habitación. Y las paredes, adornadas con estanterías repletas de libros y plantas, traicionaban un sonido metálico cuando las golpeaba con la silla de madera.

No recordaba muy bien como había acabado allí metido. En su cabeza tenía imágenes de un accidente de coche, acompañadas por una música de fondo de gritos y llantos incesantes. Recordaba gente corriendo, y algo grande tambaleándose, posiblemente un autobús o un camión. Y oscuridad. Sobretodo recordaba oscuridad. Recordaba muchos más sonidos que imágenes. Sonidos de motores, de gente hablando en idiomas raros, sonidos de golpes, y algo que parecía un petardo muy fuerte o un disparo. Aunque no estaba seguro, pues no sonó como los disparos que se oían en las películas.

Se duchó y se aseó en el cuartito de baño que había dentro de la misma habitación. Estrenó las cosas de aseo que había sobre el lavabo, al igual que la toalla que colgaba de la pared y el jabón de la ducha. Sospechaba que alguien le renovaba todas y cada una de las cosas que utilizaba a diario, mientras él estaba ausente durante el día. Abrió el armario y se puso las únicas cosas que había en su interior. Esta vez vestiría una camiseta azul y unos pantalones grises. Pensó que no estaba mal para ser su cumpleaños.
Cogió el bolígrafo que había junto al pequeño bloc de notas sobre la mesa y se acercó al rincón donde marcaba los días. Esta vez, sobre la rayita vertical, dibujó un dos y un cero. Luego, se sentó a esperar.



Muchas gracias. Estas cosas son las que no se olvidan.

martes, 19 de febrero de 2008

Pisando Otros Lugares



-¡Sorpresa!

-¡Felicidades!


Ambos gritos se mezclaron desde decenas de lugares en la vieja cuadra mientras se encendían los tubos fluorescentes. Su cara se configuró de forma extraña, nueva, bajo la avalancha de cuerpos que se precipitaban sobre él para abrazarle.
Pero ninguno llegó a tocarle. En cambio, formaron un semicírculo a su alrededor y sonrieron. Allí estaban. Los miró uno a uno sin dejar de mantener la extraña faceta. Algunos venían de lejos, en coche o en tren. Otros habían mentido, otros se habían excusado, otros llevaron a cabo una gran organización, y ahora, todos ellos, le miraban a él.


Tras cortar el infinito de aquél momento de silencio y reconocimiento, llegaron las risas y los abrazos. Llegaron las explicaciones, como llegan los finales en los libros de detectives. Y, a continuación, llegó la comida y la bebida, la música y en directo, y la noche se prolongó hasta que los lobos dejaron de aullar.


Personalemente me gustaría agradecer la fantástica hospitalidad recibida, tanto en las tierras de Tiana como en la cima de la montaña. Fue un placer.


Felicidades tío, haces que merezca la pena.

jueves, 14 de febrero de 2008

Mañana, cualquiera



-Un café con leche fría.- dijo el chico.

-Ehm.. si, voy.

El joven se dio la vuelta, cogió el cacharrito negro, lo metió bajo el frasco de café molido, lo giró y le dio un golpecito. A continuación lo introdujo en la máquina enorme.

-No no no no... No.- dijo el viejo mientras se acercaba rápidamente desde el otro lado de la cafetería- Tienes que darle dos golpecitos, ¿Ves? Dos. Así.

-La leche fría-Se oyó desde detras de la barra.
El joven cogió el cacharrito y le dio dos golpecitos. Se dispuso a incrustarlo de nuevo en la máquina.

-No, no no... a ver. Los golpecitos rápidos, así. ¿ves?

-Que la leche sea fría ¿eh?- dijo la misma voz.

El joven recogió el cacharrito otra vez y vaciló. El viejo lo "miró" y le arrebató el cacharrito. Lo rellenó rápidamente. Antes de que acabara de enroscarlo en la máquina ya estaba pidiéndole unas con tomate a María. El joven se quedó mirando como salía el chorrito de café, como si no hubiera otra cosa en el mundo.

- Leche fría.- repitió el chico.

El jovén esperó, recogió el vaso y se colocó unos pasos más a la izquierda. Por un momento pareció que su mano recogía el brick de leche del tiempo.

El chico se apresuró por el pasillo. De nuevo llegaba tarde a clase. Antes de entrar, pasó por el cuarto de baño a rellenarse el vaso de agua fría.

martes, 12 de febrero de 2008

El mito del andrógino

Dicen que el andrógino era un ser mitad hombre y mitad mujer. Dicen que era perfecto, que poseía la fuerza y el valor del hombre, y la belleza y la astucia de la mujer.

Dicen también que retó a los dioses, y éstos, como castigo, con un rayo, lo dividieron en dos. Desde aquél día, cada una de las dos mitades se busca para recomponerse, y poder vivir de nuevo juntas.


Hay quien dice que eso es amor, otros, en cambio, lo llaman destino.


Lo que nadie dice es que la convivencia fuera fácil, ni agradable en todos sus momentos. No dicen que tuviera que soportar puñetazos cuando se encontraba bajo presión, ni que le dieran ganas de estrangularle cada mañana que oía su voz. Se dice que despertaban a la vez, pero nunca se dice si despertaban juntos.


Compartían el aire y la luz,
la comida y la bebida,
el sueño y la distancia,
la tensión, la sabiduría.

Los más amigos, los menos,
el trabajo, el horario,
el color de las paredes,
la escalera, el patio.


Y sin embargo no eran uno. Ni eran dos.

Y entonces, a un año de distancia, quizás se acercaron un poco más.

Felicidades.


viernes, 8 de febrero de 2008

Principio y fin

Se despertó, pero no era de día.
Simplemente salió de la cama y sonrió, como solía hacer tiempo atrás.

A su espalda quedaba atrás el pasado, todavía incierto. Frente a él, el futuro, probable. Y sin embargo aún tenía esa sensación extraña en su cuerpo, como el que hace puenting sin medir la cuerda.

No había sido fácil llegar hasta allí, y mucho menos placentero. Pero a pesar de todo, una sensación de bienestar se apoderó de él. Sin dejar de sonreir, guardó lo indispensable y, sin pensar, descolocó un poco las pertenencias que definían su origen y descansó.

Y sonó el telefono. Metió la mano en el bolsillo. Luego miró su reloj. Y amplió un poco más su felicidad. De repente, estaba de camino.

Y llegaba tarde.

sábado, 2 de febrero de 2008

Su flequillo


De nuevo en la lonja, volviendo a casa tras una mañana un tanto magnetizada, una joven nos corta el paso.

Zapatillas grises que en su día fueron blancas; llaves, mosquetones y demás cacharritos en una cinta colgada al cuello, chandal blanco y azul y una mochila cuadrada "all stars". Nos aborda y le pregunta a ella:

-¡Uy!, ¿Cómo te has hecho ese flequillo?.

-Pues, en la peluquería te lo hacen.

Una peqña pausa para reflexionar.

-Ah, vaya... ¿Y si no puedes ir a la peluquería?

-Pues entonces, deberías usar una cuchilla de afeitar.

La joven se queda parada, pensando, unos minutos.

-Gracias.

jueves, 24 de enero de 2008

6 Días en Zapatillas

Otro café.
Un par de acordes desacompasados.
Una bombilla enroscada,
Un héroe en descanso.

Y otro café.
Unas escaleras que ni suben ni bajan.
Harina. Agua.
Una carta, al azar, en la baraja.

Y otro café.
En vaso de polipropileno.
Un desayuno tras la siesta,
Una bola de papel, un tiro certero.

Y otro café.
Una llamada.
La frustración que provoca
la incompetencia de las palabras.

Y otro café.
En una villa romana.
Bajo la mirada del reloj.
Mientras suenan dos guitarras.

Y otro café.

"Y la rutina hace sombra en las pupilas, que se cierran, a los disfrutes que nos quedan."

domingo, 20 de enero de 2008

Dos pájaros de un tiro

Los daños colaterales nunca pueden prevenirse. Sin embargo, hay momentos en los que, de alguna manera, podemos llegar a alegrarnos de que ciertas casualidades se alineen de forma impredecible para dar, como reultado, una buena carcajada.

Seguramente, observados desde una persepectiva exterior, los hechos en si pueden no parecer tan graciosos. Pero desde el punto de vista del que planifica, prepara y ejecuta la acción (con su correspondiente parte de interpretación frente a situaciones adversas), el resultado es de lo más gratificante.

Quizás por eso los siguientes sucesos vienen acompañados de una pequeña decepción, una sombra de comparación alrededor. De ahí que a partir de ahora, si queremos obtener ese mismo sentimiento de orgullo al realizar un trabajo bien hecho, debamos mejorar la táctica empleada, o experimentar con cosas nuevas.

El resultado está en camino, pero el servicio deja un poco que desear.

lunes, 14 de enero de 2008

A falta de pan...

Esto era una vez un hombre que reproducía con exactitud todos los sonidos que escuchaba a su alrededor.


Si alguien hacía una foto a su lado, él instintivamente decía 'clic'. Si alguien le preguntaba, él antes de contestar repetía la pregunta con la misma entonación y timbre. El día de su boda la misa se oyó por duplicado; primero el cura, y luego él.


Un día se le encontró muerto en su despacho con un tiro en la cabeza. La ventana abierta delató a un peatón que corría por la acera a un par de manzanas de la casa. En su mochila se encontró una pistola. La mujer lloró su muerte, y toda la gente que le conocía (que no era poca) lo sintió de verdad.


Pasados los días, en la sala del forense, el médico le acercó el bisturí al pecho. Al empezar a cortar, el hombré abrió la boca y, con la voz de su mujer, dijo:


-Lo siento cariño, pero yo ya no puedo más.


Y acto seguido se oyó un disparo.


Al hombre lo enterraron, a la mujer la detuvieron, y al forense lo ingresaron con un triple infarto.

viernes, 11 de enero de 2008

Estudiare Desde 'Oy


El Gladiador se estremeció bajo la sombra de aquella criatura. Era un enorme gigante de 3 metros de altura y con pinta de muy pocos amigos. La plebe contenía el aliento alrededor de él, esperando, y arriba en los palcos el César y sus amigos disfrutaban de vino y fruta.


Derrotar al rival anterior no había supuesto mucha dificultad, o al menos eso pensaba ahora que se veía frente a semejante engendro. El Gladiador miró un segundo por encima del hombro para observar el cuerpo tendido de aquél hombre vestido de blanco. Pero volvió a centrarse enseguida en lo que se le venía encima.


El gigante andaba tranquilo hacia el insignificante luchador de la arena, seguro de su inminente victoria.


El Gladiador se ajustó el casco y se lanzó al ataque. Empleó todas las armas perimitidas por las leyes para el combate cuerpo a cuerpo, e incluso algunas más que había conseguido introducir en el coliseo bajo los ropajes. Pero fue inútil. Golpe a golpe las espadas, las lanzas y las mazas se iban quebrando contra la espesa piel del gigante, y poco a poco el Gladiador se iba agotando más y más.


Al final, el Gladiador cayó de rodillas y alzó la vista para ver cómo una mano gigante descendía y le envolvía entero. Sin apenas esfuerzo, lo levantó del suelo y lo mantuvo a su altura.


El César alargó el brazo, el puño cerrado y el pulgar...

domingo, 6 de enero de 2008

Nada sin ti…

Año nuevo, vida buena.

Como novedad, y sirviendo de precedente (eso espero), hoy publico una composición que ha llegado a mis datos de parte de Don Miguel Guijarro Zaera.
Gran entusiasta de los ciclos, amigo del estilo señorial y compañero de la buena imagen, también es el creador de frases y expresiones célebres como "Totalmente jodido", "Vaya morlaco", "Esto está cantimplora"...

Personalmente, me encantan los últimos párrafos.
Un saludo desde aquí, y un feliz año a todos.
Nada sin ti…
Miguel Guijarro Zaera.

Es media tarde y no apetece hacer nada. Estoy desganado hoy, no tengo ganas de nada. Todo a mí alrededor gira. Parece que estoy subido en un tiovivo, pero no me encuentro a gusto. Todo sigue dando vueltas y más vueltas, comienzo a marearme. Mi mirada está perdida. Tengo calor y a la vez me dan escalofríos. Oigo mucho ruido, sonidos desagradables y de repente dejo de oír nada, un silencio misterioso inunda mi cabeza; para que después nuevamente reine el caos con más estruendos.


Necesito ayuda y ahí estás tú. Me extiendes tu mano que llega a mí. Llega de una manera especial. La veo atravesando un portal, pasa a través de un “agujero de gusano” e implacable agarra mi mano con firmeza. No me la sueltes, grito. Tus ojos, ardientes como el fuego me miran y una sonrisa gobierna tu rostro.


Mis ojos apenas ven, pero es imposible no ver la luz tan intensa que irradian tus ojos. Se me cierran de golpe, incluso así, no es difícil reconocer tal destello.


Siento que pierdo el sentido de la orientación. No sé donde me encuentro. Solo sé que tú no me has abandonado. Apenas puedo hablar, tengo quebrada la voz. Si pudiera te daba las gracias por ayudarme en estos momentos tan fatídicos.


Intento abrir mi boca para expresar mi gratitud, pero tú me lo impides, dulcemente me pones el dedo índice en mis labios exigiendo mi silencio y con un suave “xss” que hace que detenga mis palabras.
Ahora te acercas a mí y me das un abrazo, no es un abrazo fuerte, pero tú sabias que no tenía que ser así, un abrazo fuerte me hubiera hecho marearme más aun. Pero tu eso ya lo sabías, el abrazo ha sido perfecto, me has dado un abrazo cariñoso y eso mismo es lo único que yo deseaba; cariño.


Deseo que este día acabe, pero a la vez no quiero que termine nunca. No quiero que termine porque estás conmigo. Pienso, y pienso en que podría terminar y empezar un nuevo día y en este, también estar contigo.
Sin embargo, no sé porque no quiero que me dejes, por muy mal que me encuentre, contigo estoy genial, todo lo malo se convierte en bueno.Hoy he ido demasiado deprisa y no me he dado cuenta, no me he dado cuenta de que he dejado mi cuerpo atrás, muy atrás. Por allí viene, pienso mientras giro mi cabeza. Me detengo y le espero. Nada más puedo hacer.


Pero cuando él llega, dolorido y lastimado, le encuentro tan contento de haberme alcanzado que por un instante creo que yo también venia corriendo con él. Por eso, a veces, cuando me encuentras y casi no sé hablar es porque aun no he llegado o estoy esperando.
Me doy cuenta, de que eso me pasa la mayor parte del tiempo, así que casi siempre me encontraras sin palabras, como un niño pequeño que no atina a explicarse.


Pero, ¿y si algún día mi cuerpo no aparece? ¿Y si algún día no puedo esperarlo más? ¿y si algún día mi cuerpo, triste y abatido, decide al fin dejar de seguirme y se abandona en pos de otras ideas?¿y si yo en un día aciago me impaciento y quiero ir más deprisa, llegar más lejos, volar más alto y no lo espero?

Ambos no perderemos para siempre.
Una pareja como esta, un matrimonio tan perfecto.
Nada sin él.
Nada sin mí.