jueves, 24 de enero de 2008

6 Días en Zapatillas

Otro café.
Un par de acordes desacompasados.
Una bombilla enroscada,
Un héroe en descanso.

Y otro café.
Unas escaleras que ni suben ni bajan.
Harina. Agua.
Una carta, al azar, en la baraja.

Y otro café.
En vaso de polipropileno.
Un desayuno tras la siesta,
Una bola de papel, un tiro certero.

Y otro café.
Una llamada.
La frustración que provoca
la incompetencia de las palabras.

Y otro café.
En una villa romana.
Bajo la mirada del reloj.
Mientras suenan dos guitarras.

Y otro café.

"Y la rutina hace sombra en las pupilas, que se cierran, a los disfrutes que nos quedan."

domingo, 20 de enero de 2008

Dos pájaros de un tiro

Los daños colaterales nunca pueden prevenirse. Sin embargo, hay momentos en los que, de alguna manera, podemos llegar a alegrarnos de que ciertas casualidades se alineen de forma impredecible para dar, como reultado, una buena carcajada.

Seguramente, observados desde una persepectiva exterior, los hechos en si pueden no parecer tan graciosos. Pero desde el punto de vista del que planifica, prepara y ejecuta la acción (con su correspondiente parte de interpretación frente a situaciones adversas), el resultado es de lo más gratificante.

Quizás por eso los siguientes sucesos vienen acompañados de una pequeña decepción, una sombra de comparación alrededor. De ahí que a partir de ahora, si queremos obtener ese mismo sentimiento de orgullo al realizar un trabajo bien hecho, debamos mejorar la táctica empleada, o experimentar con cosas nuevas.

El resultado está en camino, pero el servicio deja un poco que desear.

lunes, 14 de enero de 2008

A falta de pan...

Esto era una vez un hombre que reproducía con exactitud todos los sonidos que escuchaba a su alrededor.


Si alguien hacía una foto a su lado, él instintivamente decía 'clic'. Si alguien le preguntaba, él antes de contestar repetía la pregunta con la misma entonación y timbre. El día de su boda la misa se oyó por duplicado; primero el cura, y luego él.


Un día se le encontró muerto en su despacho con un tiro en la cabeza. La ventana abierta delató a un peatón que corría por la acera a un par de manzanas de la casa. En su mochila se encontró una pistola. La mujer lloró su muerte, y toda la gente que le conocía (que no era poca) lo sintió de verdad.


Pasados los días, en la sala del forense, el médico le acercó el bisturí al pecho. Al empezar a cortar, el hombré abrió la boca y, con la voz de su mujer, dijo:


-Lo siento cariño, pero yo ya no puedo más.


Y acto seguido se oyó un disparo.


Al hombre lo enterraron, a la mujer la detuvieron, y al forense lo ingresaron con un triple infarto.

viernes, 11 de enero de 2008

Estudiare Desde 'Oy


El Gladiador se estremeció bajo la sombra de aquella criatura. Era un enorme gigante de 3 metros de altura y con pinta de muy pocos amigos. La plebe contenía el aliento alrededor de él, esperando, y arriba en los palcos el César y sus amigos disfrutaban de vino y fruta.


Derrotar al rival anterior no había supuesto mucha dificultad, o al menos eso pensaba ahora que se veía frente a semejante engendro. El Gladiador miró un segundo por encima del hombro para observar el cuerpo tendido de aquél hombre vestido de blanco. Pero volvió a centrarse enseguida en lo que se le venía encima.


El gigante andaba tranquilo hacia el insignificante luchador de la arena, seguro de su inminente victoria.


El Gladiador se ajustó el casco y se lanzó al ataque. Empleó todas las armas perimitidas por las leyes para el combate cuerpo a cuerpo, e incluso algunas más que había conseguido introducir en el coliseo bajo los ropajes. Pero fue inútil. Golpe a golpe las espadas, las lanzas y las mazas se iban quebrando contra la espesa piel del gigante, y poco a poco el Gladiador se iba agotando más y más.


Al final, el Gladiador cayó de rodillas y alzó la vista para ver cómo una mano gigante descendía y le envolvía entero. Sin apenas esfuerzo, lo levantó del suelo y lo mantuvo a su altura.


El César alargó el brazo, el puño cerrado y el pulgar...

domingo, 6 de enero de 2008

Nada sin ti…

Año nuevo, vida buena.

Como novedad, y sirviendo de precedente (eso espero), hoy publico una composición que ha llegado a mis datos de parte de Don Miguel Guijarro Zaera.
Gran entusiasta de los ciclos, amigo del estilo señorial y compañero de la buena imagen, también es el creador de frases y expresiones célebres como "Totalmente jodido", "Vaya morlaco", "Esto está cantimplora"...

Personalmente, me encantan los últimos párrafos.
Un saludo desde aquí, y un feliz año a todos.
Nada sin ti…
Miguel Guijarro Zaera.

Es media tarde y no apetece hacer nada. Estoy desganado hoy, no tengo ganas de nada. Todo a mí alrededor gira. Parece que estoy subido en un tiovivo, pero no me encuentro a gusto. Todo sigue dando vueltas y más vueltas, comienzo a marearme. Mi mirada está perdida. Tengo calor y a la vez me dan escalofríos. Oigo mucho ruido, sonidos desagradables y de repente dejo de oír nada, un silencio misterioso inunda mi cabeza; para que después nuevamente reine el caos con más estruendos.


Necesito ayuda y ahí estás tú. Me extiendes tu mano que llega a mí. Llega de una manera especial. La veo atravesando un portal, pasa a través de un “agujero de gusano” e implacable agarra mi mano con firmeza. No me la sueltes, grito. Tus ojos, ardientes como el fuego me miran y una sonrisa gobierna tu rostro.


Mis ojos apenas ven, pero es imposible no ver la luz tan intensa que irradian tus ojos. Se me cierran de golpe, incluso así, no es difícil reconocer tal destello.


Siento que pierdo el sentido de la orientación. No sé donde me encuentro. Solo sé que tú no me has abandonado. Apenas puedo hablar, tengo quebrada la voz. Si pudiera te daba las gracias por ayudarme en estos momentos tan fatídicos.


Intento abrir mi boca para expresar mi gratitud, pero tú me lo impides, dulcemente me pones el dedo índice en mis labios exigiendo mi silencio y con un suave “xss” que hace que detenga mis palabras.
Ahora te acercas a mí y me das un abrazo, no es un abrazo fuerte, pero tú sabias que no tenía que ser así, un abrazo fuerte me hubiera hecho marearme más aun. Pero tu eso ya lo sabías, el abrazo ha sido perfecto, me has dado un abrazo cariñoso y eso mismo es lo único que yo deseaba; cariño.


Deseo que este día acabe, pero a la vez no quiero que termine nunca. No quiero que termine porque estás conmigo. Pienso, y pienso en que podría terminar y empezar un nuevo día y en este, también estar contigo.
Sin embargo, no sé porque no quiero que me dejes, por muy mal que me encuentre, contigo estoy genial, todo lo malo se convierte en bueno.Hoy he ido demasiado deprisa y no me he dado cuenta, no me he dado cuenta de que he dejado mi cuerpo atrás, muy atrás. Por allí viene, pienso mientras giro mi cabeza. Me detengo y le espero. Nada más puedo hacer.


Pero cuando él llega, dolorido y lastimado, le encuentro tan contento de haberme alcanzado que por un instante creo que yo también venia corriendo con él. Por eso, a veces, cuando me encuentras y casi no sé hablar es porque aun no he llegado o estoy esperando.
Me doy cuenta, de que eso me pasa la mayor parte del tiempo, así que casi siempre me encontraras sin palabras, como un niño pequeño que no atina a explicarse.


Pero, ¿y si algún día mi cuerpo no aparece? ¿Y si algún día no puedo esperarlo más? ¿y si algún día mi cuerpo, triste y abatido, decide al fin dejar de seguirme y se abandona en pos de otras ideas?¿y si yo en un día aciago me impaciento y quiero ir más deprisa, llegar más lejos, volar más alto y no lo espero?

Ambos no perderemos para siempre.
Una pareja como esta, un matrimonio tan perfecto.
Nada sin él.
Nada sin mí.