viernes, 18 de julio de 2008

Cuatro (2)

Ángel levantó la vista y se asustó. Un par de guardias blancos se habían juntado para hablar. El hecho en sí ya era raro, pues nunca solían juntarse, pero es que además les estaban señalando. Ángel se puso nervioso. Era lo mismo que había pasado antes de que se llevaran a su compañero. Se giró rápidamente para ver si Alan estaba haciendo algo malo. Alan le miró desde el otro lado de la mesa. Estaba pintando un jarrón. Aunque últimamente ya no eran jarrones lo que pintaban, sino objetos de formas extrañas.

- Algo va mal, los guardias blancos nos están señalando.

Alan levantó la vista. Los guardias estaban bajando por las escalinatas. Corriendo. Ángel se percató de que a Alan le temblaba el pulso.

-¿Qué pasa Alan? ¿Sabes porqué nos señalan?

-No.-dijo Alan con brusquedad. Miraba atentamente a los guardias hasta que desaparecieron tras la pared.

Ángel observó que Alan estaba tenso, mirando a la entrada del pasillo. Se quedaron así unos segundo, como esperando que algo pasara. Varios guardias miraban desde las alturas hacia su celda blanca, y Ángel sintió de repente que algo estaba pasando. Trató de moverse, y ese percató de que sus músculos estaban demasiado tensos. Tenía mucho miedo.

Un grito rompió el silencio y provocó que tanto Ángel como Alan saltaran sobre sus talones. El grito sonó muy cerca de la habitación, prácticamente al otro lado de la pared desde donde el día anterior había aparecido la nota. Volvió a oírse otro grito, y Ángel reconoció que era un grito de mujer. Alan estaba todavía más tenso que él, si aquello era posible, y no dejaba de mirar al pasillo. Ángel se fijó que estaba agarrando con fuerza uno de esos jarrones extraños.




El gladiador alzó la vista y pudo comprobar que el dedo apuntaba hacia el cielo.