jueves, 28 de febrero de 2008

Rescatado de los días de Guerra

Será que la razón, sólo es juez si no es en parte.


Será que la moral, sólo sube a los demás.


Será que la verdad, sólo es cruel si no te miente.


Será que las limosnas nunca se regalan.


Será que del pasado, nunca sacas nada malo.


Será que las disculpas, llegan inoportunas.


Será que hay situaciones, en las que tiras los dados.


Será que hay otras en las que recoges lo sembrado.


Será que me imagino, cambiado y diferente,


Será que no me atrevo a verme en otra lente.


Será que hoy las vacas no han comido suficiente.


Será que el valor, nos invadé un día después.


Será que la intención nos vino de repente.


Será que no desperté, que sigo durmiendo.


Será que no es un juego, que nos vamos conociendo.


Será que me inventé que sería parasiempre.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Veinte esquiadores


De nuevo resbalando por la nieve. Y aunque esta vez no conocí a nadie... digamos... diferente, también mereció la pena. Son muchas las cosas que suceden en las rectas y en las curvas, en las partes lisas y en los botes, en las bajadas, y también en las subidas.




La Ratica que nos acompañó durante todo el viaje en el autobús, y que se coló en en nuestras habitaciones, decidió escindirse del grupo la mañana del domingo. No conforme con la organización, embaucó a un extranjero y ambos se desvanecieron enntre el blanco. Se organizó una partida de búsqueda y se recorrieron las pistas cercanas varias veces, pero ella ya se había ido muy lejos. La encontramos de casualidad (aunque hubo quien dijo que las casualidades no existen) y ella tuvo que fingir que se alegraba de vernos y de volver a esquiar juntos.



El joven de gafas naranjas bajaba demasiado deprisa. Intentaba frenar pero los esquís no seguían sus órdenes. Alzó la vista un momento y tuvo el tiempo justo para leer un cartel en una red naranja que decía: "SLOW". Auqello sí que era irónico. Sin pensarlo dos veces, se lanzó a la nieve sujetándose la cabeza y dejó de saber donde estaba. Cuando abrió los ojos, escuchó a uno de los esquiadores que iban con él felicitarle por el gol que había marcado. Miró hacia atrás, y comprobó que su cabeza y brazos estaban a un lado de la red anaranjada, mientras que sus piernas se habían quedado al otro lado.


Aquellos hombres que encontramos tirados inmóviles sobre la nieve, debieron de haber chocado mientras bajaban. El niño lloraba al lado del primero, gritándole "papá despierta" y golpeándole con la mano. El segundo se giró para vomitar sangre espesa, casi negra. Pronto estuvo la moto de nieve entre ellos. Un chico joven subía y bajaba apresurado, tratando de estabilizar a ambos. Mientras, el circulo de esquiadores que se congregaban alrededor aumentaba. Al rato, haciendo cola cerca del lugar dónde los habíamos encontrado, vimos cómo dos motos de nieve se los llevaban ladera abajo. En una de ellas, el niño se agarraba del sanitario.

lunes, 25 de febrero de 2008

Uno (1)

Cuando se despertó, sintió lo mismo que sentía cada mañana. Se levantó, y no se sorprendió al encontrarse con la misma cara que, el día anterior, le había devuelto un escupitajo de pasta de dientes desde detrás del espejo. Después de todo, pensó, no era tan trascendental cumplir veinte años. Y mucho menos en su situación.

Sabía que era su cumpleaños, aunque no supiese donde estaba. En la pequeña sala que, desde hacía un mes y medio, venía siendo su hogar, había reservado un poco de pared para marcar los días que pasaban. Aquello le daba un aire de celda de mala muerte al lugar, y no era lo único.
Aunque el moderno mobiliario y la completa iluminación tratasen de disimularlo, sabía que estaba encerrado. Era difícil camuflar los barrotes del ventanuco que había sobre la mesa, pese a estar pintados de un azul cielo de fantasía. Los cerrojos de la puerta, aunque pequeños, chasqueaban como látigos noche tras noche cuando volvía a la habitación. Y las paredes, adornadas con estanterías repletas de libros y plantas, traicionaban un sonido metálico cuando las golpeaba con la silla de madera.

No recordaba muy bien como había acabado allí metido. En su cabeza tenía imágenes de un accidente de coche, acompañadas por una música de fondo de gritos y llantos incesantes. Recordaba gente corriendo, y algo grande tambaleándose, posiblemente un autobús o un camión. Y oscuridad. Sobretodo recordaba oscuridad. Recordaba muchos más sonidos que imágenes. Sonidos de motores, de gente hablando en idiomas raros, sonidos de golpes, y algo que parecía un petardo muy fuerte o un disparo. Aunque no estaba seguro, pues no sonó como los disparos que se oían en las películas.

Se duchó y se aseó en el cuartito de baño que había dentro de la misma habitación. Estrenó las cosas de aseo que había sobre el lavabo, al igual que la toalla que colgaba de la pared y el jabón de la ducha. Sospechaba que alguien le renovaba todas y cada una de las cosas que utilizaba a diario, mientras él estaba ausente durante el día. Abrió el armario y se puso las únicas cosas que había en su interior. Esta vez vestiría una camiseta azul y unos pantalones grises. Pensó que no estaba mal para ser su cumpleaños.
Cogió el bolígrafo que había junto al pequeño bloc de notas sobre la mesa y se acercó al rincón donde marcaba los días. Esta vez, sobre la rayita vertical, dibujó un dos y un cero. Luego, se sentó a esperar.



Muchas gracias. Estas cosas son las que no se olvidan.

martes, 19 de febrero de 2008

Pisando Otros Lugares



-¡Sorpresa!

-¡Felicidades!


Ambos gritos se mezclaron desde decenas de lugares en la vieja cuadra mientras se encendían los tubos fluorescentes. Su cara se configuró de forma extraña, nueva, bajo la avalancha de cuerpos que se precipitaban sobre él para abrazarle.
Pero ninguno llegó a tocarle. En cambio, formaron un semicírculo a su alrededor y sonrieron. Allí estaban. Los miró uno a uno sin dejar de mantener la extraña faceta. Algunos venían de lejos, en coche o en tren. Otros habían mentido, otros se habían excusado, otros llevaron a cabo una gran organización, y ahora, todos ellos, le miraban a él.


Tras cortar el infinito de aquél momento de silencio y reconocimiento, llegaron las risas y los abrazos. Llegaron las explicaciones, como llegan los finales en los libros de detectives. Y, a continuación, llegó la comida y la bebida, la música y en directo, y la noche se prolongó hasta que los lobos dejaron de aullar.


Personalemente me gustaría agradecer la fantástica hospitalidad recibida, tanto en las tierras de Tiana como en la cima de la montaña. Fue un placer.


Felicidades tío, haces que merezca la pena.

jueves, 14 de febrero de 2008

Mañana, cualquiera



-Un café con leche fría.- dijo el chico.

-Ehm.. si, voy.

El joven se dio la vuelta, cogió el cacharrito negro, lo metió bajo el frasco de café molido, lo giró y le dio un golpecito. A continuación lo introdujo en la máquina enorme.

-No no no no... No.- dijo el viejo mientras se acercaba rápidamente desde el otro lado de la cafetería- Tienes que darle dos golpecitos, ¿Ves? Dos. Así.

-La leche fría-Se oyó desde detras de la barra.
El joven cogió el cacharrito y le dio dos golpecitos. Se dispuso a incrustarlo de nuevo en la máquina.

-No, no no... a ver. Los golpecitos rápidos, así. ¿ves?

-Que la leche sea fría ¿eh?- dijo la misma voz.

El joven recogió el cacharrito otra vez y vaciló. El viejo lo "miró" y le arrebató el cacharrito. Lo rellenó rápidamente. Antes de que acabara de enroscarlo en la máquina ya estaba pidiéndole unas con tomate a María. El joven se quedó mirando como salía el chorrito de café, como si no hubiera otra cosa en el mundo.

- Leche fría.- repitió el chico.

El jovén esperó, recogió el vaso y se colocó unos pasos más a la izquierda. Por un momento pareció que su mano recogía el brick de leche del tiempo.

El chico se apresuró por el pasillo. De nuevo llegaba tarde a clase. Antes de entrar, pasó por el cuarto de baño a rellenarse el vaso de agua fría.

martes, 12 de febrero de 2008

El mito del andrógino

Dicen que el andrógino era un ser mitad hombre y mitad mujer. Dicen que era perfecto, que poseía la fuerza y el valor del hombre, y la belleza y la astucia de la mujer.

Dicen también que retó a los dioses, y éstos, como castigo, con un rayo, lo dividieron en dos. Desde aquél día, cada una de las dos mitades se busca para recomponerse, y poder vivir de nuevo juntas.


Hay quien dice que eso es amor, otros, en cambio, lo llaman destino.


Lo que nadie dice es que la convivencia fuera fácil, ni agradable en todos sus momentos. No dicen que tuviera que soportar puñetazos cuando se encontraba bajo presión, ni que le dieran ganas de estrangularle cada mañana que oía su voz. Se dice que despertaban a la vez, pero nunca se dice si despertaban juntos.


Compartían el aire y la luz,
la comida y la bebida,
el sueño y la distancia,
la tensión, la sabiduría.

Los más amigos, los menos,
el trabajo, el horario,
el color de las paredes,
la escalera, el patio.


Y sin embargo no eran uno. Ni eran dos.

Y entonces, a un año de distancia, quizás se acercaron un poco más.

Felicidades.


viernes, 8 de febrero de 2008

Principio y fin

Se despertó, pero no era de día.
Simplemente salió de la cama y sonrió, como solía hacer tiempo atrás.

A su espalda quedaba atrás el pasado, todavía incierto. Frente a él, el futuro, probable. Y sin embargo aún tenía esa sensación extraña en su cuerpo, como el que hace puenting sin medir la cuerda.

No había sido fácil llegar hasta allí, y mucho menos placentero. Pero a pesar de todo, una sensación de bienestar se apoderó de él. Sin dejar de sonreir, guardó lo indispensable y, sin pensar, descolocó un poco las pertenencias que definían su origen y descansó.

Y sonó el telefono. Metió la mano en el bolsillo. Luego miró su reloj. Y amplió un poco más su felicidad. De repente, estaba de camino.

Y llegaba tarde.

sábado, 2 de febrero de 2008

Su flequillo


De nuevo en la lonja, volviendo a casa tras una mañana un tanto magnetizada, una joven nos corta el paso.

Zapatillas grises que en su día fueron blancas; llaves, mosquetones y demás cacharritos en una cinta colgada al cuello, chandal blanco y azul y una mochila cuadrada "all stars". Nos aborda y le pregunta a ella:

-¡Uy!, ¿Cómo te has hecho ese flequillo?.

-Pues, en la peluquería te lo hacen.

Una peqña pausa para reflexionar.

-Ah, vaya... ¿Y si no puedes ir a la peluquería?

-Pues entonces, deberías usar una cuchilla de afeitar.

La joven se queda parada, pensando, unos minutos.

-Gracias.