Se despertó, pero no era de día.
Simplemente salió de la cama y sonrió, como solía hacer tiempo atrás.
A su espalda quedaba atrás el pasado, todavía incierto. Frente a él, el futuro, probable. Y sin embargo aún tenía esa sensación extraña en su cuerpo, como el que hace puenting sin medir la cuerda.
No había sido fácil llegar hasta allí, y mucho menos placentero. Pero a pesar de todo, una sensación de bienestar se apoderó de él. Sin dejar de sonreir, guardó lo indispensable y, sin pensar, descolocó un poco las pertenencias que definían su origen y descansó.
Y sonó el telefono. Metió la mano en el bolsillo. Luego miró su reloj. Y amplió un poco más su felicidad. De repente, estaba de camino.
Y llegaba tarde.
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