Era la única solución. No había ninguna otra posibilidad. Reunirse esa misma tarde, con apenas 3 horas escasas para organizar todos los preparativos. Somos así de previsores, nosotros.
Desde el momento en que bajé del autobús supe que las cosas iban a salir bien. Seguí a la constancia por las calles del centro, cuidándome mucho de que no me viera. Hice lo que tenía que hacer y volví al hogar, donde en demasiado poco tiempo lo desorganicé todo lo mejor que pude. (Estaríamos entrando pues en terreno de striptease). Junto a mi luz, recorrimos las llanuras del lugar brincando entre los charcos y blandiendo el paraguas.Llegamos saciados y con la ropa más oscura de lo que era al salir, y subimos a la guarida prenavideña. Allí nos recibió nuestra conciencia, que había optado por disfrazarse de punky para la ocasión. Pronto saludamos al resto de participantes y al anfitrión, el humor, que junto a la diversión, había jugado a ser cocinero. (Una reverencia desde aquí).
No recuerdo el tiempo que estuvimos sentados, pero fue poco en comparación con el tiempo que hacía que no me lo pasaba tan bien. No se si fue la cena, o el hecho de pensar en lo que se avecinaba, o simplemente la buena compañía, pero momentos así se recuerdan (y a otros también se les recuerdan).
Al acabar, llegó el momento de invertir la asignación, y cada uno recibimos un poquito del otro, envuelto en misterio y diversión. Yo por mi parte, agradezco a la sonrisa el fantástico detalle. Todo un acierto.
Personalemtne, habría alargado la noche hasta que hubiera dejado de serlo, pero el cariño tenía prisa, y la diplomacia también. Qué mejor compañía para regresar.
Me mantengo en lo que dije un año atrás:
Si no fuera por vosotros, ya habría cambiado.
Muchas gracias.