
Ayer por la noche vinieron a visitarme unos pájaros negros y amarillos. Hacía tiempo que no les veía, y de alguna manera, les echaba de menos. Lo supe por la alegría que me entró al verles, pese a todo. Me invitaron a volar un poco con ellos, a desempolvar las alas. Fuese o no necesario, accedí.
Dicen que no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Yo creo que de alguna manera, a veces, deberíamos obligarnos a perder lo que tenemos para apreciarlo después. Quizás así disfrutaríamos más y nos arrepentiríamos menos.
¿Tocó porque me vio, o simplemente iba a suceder a pesar de mí?
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