viernes, 10 de octubre de 2008

Cuatro(3)

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Pasaron un par de minutos y pudieron ver cómo los guardias de blanco volvían a subir por las escalinatas. Alan y Ángel se movieron a la vez, y cada uno se concentró en la extraña pieza que tenía delante.

Aquella noche ninguno de los dos dijo nada. Cada uno estaba sumido en sus propios pensamientos.

Ángel, tratando de adivinar exactamente qué es lo que había sucedido, aunque sospechara que algo tenía que ver con Alan.

Alan, por su parte, le daba vueltas a la idea de que todo ello hubiera ocurrido justo cuando dejó caer la nota por debajo de la pared. Le atemorizaba pensar que hubieran encontrado la nota. No era difícil averiguar que había sido él quien la había escrito, y tenía la sensación de que al día siguiente volverían a por él. Además, la forma en que los guardias bajaron, el grito y el posterior silencio, todo ello le recordaba a la vez que le cogieron a él. También gritó, y casi le abrió la cabeza a un guardia. Pero cuando le apuntaron con sus armas tuvo que rendirse y dejarse llevar. Y entonces le metieron en aquella sala oscura. La misma sal en la que probablemente estaba ahora la persona que recibió su nota, y la misma sala en la que le meterían a él al día siguiente.

lunes, 6 de octubre de 2008

Hay cosas que no cambian nunca


Hay cosas que no cambian nunca. Muchas de ellas, han sucedido hace muy poco. Es increible cómo, con un poco de paciencia, suceden los acontecimientos que poco a poco se han ido preparando, y eso llena de alegría a quienes los esperaban impacientes. Es posible que los nombres de las personas que los acompañan cambien un poco, pero en esencia el hecho es el mismo. Es como si todo se volviera a repetir, a una mayor o menor escala, y al final sucede tal y como debería.


Como el primer día que volví a pisar esta especie de hotel alquilado donde vivimos. Por supuesto no fui yo el que lo pisaba por priemra vez, pero supongo que mi cara entonces no se diferenciaría mucho al resto de caras que entraron hace dos semanas, mirando a todos lados con una mezcla de miedo y alegría... Poco a poco, cada una de las fechas marcadas han ido viniendo, y aquellos que en su día fuimos conducios por ellas, nos hemos visto reflejados en ellos al conducir a los siguientes.


O las fiestas del pueblo. Es algo un tanto curioso. Gente que durante años ha convivido en las mismas calles, que ahora trata de seguir su vida en otro lugar y que, en una determinada fecha, se reúnen todos para festejar. Caminar a altas horas de la noche entcontrándote caras vagamente familiares que te sonrien y te invitan a recordar, volver a los recodos de los bajos para encontrarse con las mismas personas año tras año... creo que nadie deberia perderse las fiestas de su pueblo.


O volver a subir a la tarima. Volver a sentir el calor del foco alumbrandote desde un par de metros de distancia. Las notas, los acordes, la melodía... Y sobretodo la gente de siempre, los valientes que aguantan todo lo que les echen, desde abajo, haciendo que lo que suceda arriba tenga sentido y merezca la pena.


Supongo que estas cosas no cambian nunca. Quizás la gente que las vive, que las hace seguir, va variando a lo largo del tiempo, pero son hecho que deberían estar siempre ahí, al menos en esencia. Me alegra mucho ver cómo han transcurrido estas últimas semanas, y cómo, aquello que esperaba que sucediera, ha ido desarrollandose poco a poco, y de forma tan provechosa.