martes, 22 de abril de 2008

Tres (3)

-Vaya éste si que es raro... - dijo Ángel mientras observaba su nuevo trabajo que le había llegado por el hueco habitual- Tiene forma rara ¿no? No parece del todo un jarrón... es más bien es como... digamos...

-Bah, ¿Qué más da a lo que se parezca? Al final vas a acabar pintándolo de todas formas...

-Bueno, al final te acostumbras ¿no? De todas formas no está tan mal.

-No. No. ¿No ves que no? No hay que acostumbrarse a esto. El error está en acostumbrarte a estas cosas, a esta caja, a este sitio, a la mierda de música clásica... Esto no es normal, y yo le temo a acostumbrarme y a perder de vista el hecho de que estamos encerrados. Que no se te olvide, esto no está bien. Esto es algo muy sucio.

Ángel se quedó pensativo. Era cierto lo que decía Alan. Al principio, había pintado jarrones y había obedecido, pero siempre con la idea de que lo hacía sólo por sobrevivir y esperando el momento oportuno de para escapar. Pero en los últimos días, actuaba de forma casi involuntaria, casi como si aquello era lo que tenía que pasar. Pero, por otro lado, la vida que llevaba en ese momento no le disgustaba...
-¿De verdad pretendes salir de aquí alguna vez? ¿Salir a dónde?
-No lo se. Fuera. Claro que pienso salir de aquí. Seguro que estamos lejos de cualquier ciudad, pero hay que intentarlo.
-Ya, bueno.... -Ángel levantó el pincel y dio una pincelada- ¿Hay alguien esperándote a ti ahí fuera?
Alan levantó la vista y la fijó en Ángel. Le miró extrañado, vacilante. Entonces, unos golpecitos sonaron en la pared. Los dos jóvenes se giraron y una pequeña hoja de papel se escurrió por una ranura entre la pared y el suelo. Alan miró la nota, observó a los guardias de la pared, volvió a mirar la nota y se agachó para recogerla.

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