Cuando Fabriccio se acercó a mi, enseguida me percaté del agujero que había en su oreja izquierda. Demasiado bien hecho, y sin sangrar. Recordé, antes de que él mismo me lo dijera, que ahí es donde solía llevar una de esas dilataciones que estaban entonces de moda.
Cuando fui a buscar a Roland, me lo encontré sentado en la almohada, apoyado contra la pared y con un libro entre las manos. Parecía estar esperándome.
Le expliqué, enfadado, que no podía permitir un comportamiento así, y que pasaría tres días en una habitación, aislado. Había disparado a Fabriccio y no podía quedar sin castigo.
-Yo no he disparado a Fabriccio, de hecho, ni siquiera le he rozado. He disparado al trozo de metal que llevaba en la oreja.- dijo muy tranquilo.
Aquello era cierto. Por un momento me quedé sin nada que decir.
-¡Pero podías haberle matado! Bueno, matado igual no, pero ¡le podrías haber sacado un ojo! ¡Imagina que hubieras fallado!
Aquellas palabras provocaron un cambio de expresión en su rostro. Me miró muy fijamente, y parecía sonreir levemente.
No habló, sin embargo, aquella mirada me dijo exactamente lo que él pensaba, y lo que yo ya sabía.
Sin decir nada, lentamente, Roland se levantó y fue, tranquilamente, hasta la sala de aislamiento.
Cuando fui a buscar a Roland, me lo encontré sentado en la almohada, apoyado contra la pared y con un libro entre las manos. Parecía estar esperándome.
Le expliqué, enfadado, que no podía permitir un comportamiento así, y que pasaría tres días en una habitación, aislado. Había disparado a Fabriccio y no podía quedar sin castigo.
-Yo no he disparado a Fabriccio, de hecho, ni siquiera le he rozado. He disparado al trozo de metal que llevaba en la oreja.- dijo muy tranquilo.
Aquello era cierto. Por un momento me quedé sin nada que decir.
-¡Pero podías haberle matado! Bueno, matado igual no, pero ¡le podrías haber sacado un ojo! ¡Imagina que hubieras fallado!
Aquellas palabras provocaron un cambio de expresión en su rostro. Me miró muy fijamente, y parecía sonreir levemente.
No habló, sin embargo, aquella mirada me dijo exactamente lo que él pensaba, y lo que yo ya sabía.
Sin decir nada, lentamente, Roland se levantó y fue, tranquilamente, hasta la sala de aislamiento.
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