Cuando Ángel se giró, una vez en la caja blanca, tras recoger su paquete diario, se encontró con Alan, jadeante, que acababa de llegar.
-¿Tu que miras, eh?
-Se me hace extraño verte con pijama aquí abajo.- dijo Ángel sonriendo.
A Ángel le pareció ver un leve amago de sonrisa en la cara de Alan, pero en seguida se giró para coger un pincel.
-Toma, esto es lo que tenemos para hoy ¿no?- dijo Ángel tendiéndole a Alan un objeto extraño y un sobre con los dibujos que debía pintar en él.
Alan lo cogió y se fue al lugar que siempre ocupaba Ángel. Ángel lo miró extrañado.
-Si van a venir a por mi, prefiero verles de cara. Te recomiendo que cuando aparezcan, te quites del medio. No voy a permitir que me atrapen esta vez. Esta vez no. Si vienen, me resistiré hasta el final.
Ángel le miró sorprendido, y se colocó en el sitio de Alan para pintar. Pero no podía concentrarse. Su mente no hacía más que darle vueltas al asunto. Si venían, ¿se apartaría, como le aconsejaba Alan que hiciera?, ¿o lucharía con él? Trató de pensar formas de escapar, distintas trampas que colocar. Los jarrones eran bastante resistentes, eso ya lo había comprobado, pero si ellos llevaban armas de fuego, no había nada que hacer…
Ángel observaba también a Alan. No podía comprender cómo conseguía mantener la calma. Estaba tranquilo, pintando, aunque cada poco tiempo levantaba la vista y miraba primero al pasillo, y luego a los guardias que había alrededor. Luego volvía a pintar.
Ángel pensó que si de verdad se lo llevaban, para siempre, y él no hacía nada, se sentiría mal. Desde que Alan había llegado, su estancia en aquel lugar había mejorado mucho. No es que estuviera disfrutando con aquello, pero en cierto modo sus ideas de escapar habían dejado de aparecer tan frecuentemente e incluso había empezado a escribir, cosa que antes, en el exterior, hacía a menudo.
Y Alan también parecía haber cambiado. Desde el primer día que llegó, poco a poco había empezado a hablar más y más. Había llegado a hacer algún que otro chiste incluso. Lo cierto es que no quería volver a quedarse sólo, pero el simple hecho de enfrentarse a los guardias de blanco le aterraba.
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